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martes, 17 de marzo de 2020

GENTE SOLA



             
En un reportaje al cantautor argentino Facundo Cabral realizado por la revista Hecho, Cabral dice que desconfía de la aglomeración de gente,  opina  que la gente se junta por miedo a estar sola. Yo pienso  algo parecido, en un gran porcentaje es así: somos muy poco conscientes de casi todo lo que hacemos por nuestro  bajo nivel evolutivo, al parecer la mayor parte de nuestro conocimiento es inconsciente y nos manejamos con patrones mentales. Sólo vemos aquello que conocemos con antelación, no podemos percibir el cambio del mundo. De modo entonces que al ver a la otra persona ¿qué vemos? Vemos una proyección de lo que nosotros somos. En realidad no estamos con otros ni vemos a los otros sino que vemos en el otro nuestra propia sombra, esa zona negada de nuestra  interioridad. Esto que digo además de ser inquietante, desacomodador  o incómodo es difícil de captar, me sucede que intuyo lo que estoy diciendo, pero una parte de esto queda ajena a mi saber. Nos encontramos en un momento de bisagra en nuestro camino de evolución. Sabemos que hay formas viejas en lo social, en  nuestro interior, en nuestro modo de percibir el mundo, pero ese saber es apenas una intuición que nos permite reconocer el error sin que aún encontremos un modelo nuevo de comportamiento, de percepción del mundo o de autopercepción, es decir sobre nuestra propia idea de ser humano. Por eso aglutinarnos y confundirnos con otras personas puede ser un modo de continuar esta cadena de proyecciones, es decir de imposición de lo conocido, de lo ya aprehendido a lo que por naturaleza es nuevo. Así, al convertirnos en masa, fortalecemos viejos esquemas mentales.  La otra persona no es ni buena ni mala, es en tanto establece una relación con lo que yo soy, de esta manera el otro resulta de una combinación y es lo relacional lo que permite la aparición de una cualidad. Yo no soy la misma persona con un pariente por ejemplo que desde niña me ha cargado sin querer de una serie de adjetivos negativos o cuestionadores que con una amiga que me acepta o me valora. El campo mental que la otra persona trae se combina con mi propio campo mental y se crea un nuevo campo. Los maestros espirituales suelen insistir en la importancia de escoger las relaciones humanas, hay una frase de Buda que  sugiere  que si tu propia madre te impide avanzar en el camino espiritual debes alejarte de ella. Y esto no significa matar simbólicamente a nadie sino resguardar nuestro  campo mental de influencias densas. Esto nos lleva a replanterarnos la cuestión del egoísmo. La solidaridad que me exige ayudar al débil necesita de mi fortaleza y si la   derrocho  en pos de una conveniencia social estoy faltando a la solidaridad humana básica. No existe mayor servicio para el planeta que una conciencia dispuesta a evolucionar. ¿Quién soy yo cuando estoy con Fulano? ¿Quién soy yo cuando estoy con Mengano? ¿Quién soy realmente cuando formo parte de este grupo humano? ¿Necesito de la presencia física del otro para sentirme menos solo o sola? ¿La presencia física de la otra persona me permite calificar como negativo, colocar rasgos  desfavorables allí afuera, porque no soy capaz de reconocerlos en mí misma? Los grupos humanos aún hoy siguen funcionando como salas de espejos donde   unos se reconocen en los rostros que los  miran, aunque también donde niegan su propia sombra proyectándolas en los demás.                     No deja de llamarme la atención las prevenciones que tiene la sociedad hacia la gente que vive sola o anda sola por ahí. Y si es mujer mucho más.  En las películas norteamericanas típicas desde  “Atracción fatal” hasta la serie de detectives con asesinos seriales, la persona que vive sola aparece  por lo general cargada de rasgos paranoicos, fóbicos y destructivos.  En contraposición la  visión antigua de la persona que vive sola es la del sabio, la del ermitaño, la de aquellos seres que marcan una brecha nueva para que otros puedan transitarla.  Resulta inevitable volver a la imagen de San Francisco de Asís que al alejarse físicamente de su ciudad, se aleja de las convenciones y pactos sociales de una burguesía naciente, se aleja de la herencia paterna, de la ley patriarcal, del deber ser  y de la misma iglesia para renovarla luego y volver a ella. Es el ejemplo más nítido de lo que estoy tratando de expresar. En la figura de San Francisco podemos descubrir que no existe renovación genuina si en algún momento no nos alejamos del aglutinamiento humano masificador.  
  Cabe preguntarse por qué la sociedad moderna occidental ha convertido a las personas solitarias en amenazas. ¿Qué es lo que se está amenazando? Quizá un modo de conocimiento, de búsqueda de una verdad que la masa anestesia y ya sabemos que la sociedad moderna está regida por las leyes de avance material y el lucro y las personas pensantes  atentan contra los intereses comerciales de las grandes empresas. Si nos atenemos a los mensajes publicitarios podemos descifrar los patrones de comportamiento que la sociedad tiene y promulga, y es indudable que el descubrimiento de verdades interiores no coincide con sus intereses y sus metas. Encontrar el eje que organiza todo nuestro funcionamiento interior puede hacerse sumamente difícil y hasta imposible en medio del bullicio y el amontonamiento humano. Por otra parte qué le podemos dar al otro si no sabemos quiénes somos. Tal vez sea este el momento en el que cada uno debe encontrarse primero consigo mismo para luego encontrarse con los demás, ese es el orden y no al revés, primero la conexión interna y luego la interconexión.  Ciertamente la relación con otras personas es una vía de acceso al personal universo interior en tanto y en cuanto no tapone  la vinculación interna anestesiándome en el juego de proyecciones sociales.
   Las brujas de la Edad Media quemadas en la hoguera no escapan a este perfil de aislamiento y rechazo a la figura humana solitaria. Es verdad que las grandes empresas en la historia la hicieron los grupos humanos, pero fue necesario que un líder se conectara consigo mismo y con una serie de valores para que el grupo humano cumpliera con su misión. Gandhi o la Madre Teresa son primero fruto de su autoindagación o de su autoconexión con los valores religiosos y luego  gracias a ello manifestaron su tarea en el mundo. Gandhi estaba solo con su conciencia en los ayunos y la Madre Teresa estaba sola, sola en el Cristo interior, cuando se reclinó hacia la tierra a levantar al primer leproso en las calles de Calcuta. Para poder estar genuinamente con los otros necesitamos estar primero solos con nuestra interioridad. Claro que cuando logramos ese acceso a nuestra profunda interioridad  descubrimos que la soledad no existe,  sabemos entonces que la única  soledad es la de cuerpos físicos  distantes de otros cuerpos humanos, sólo eso.




Creo en la importancia de la asociación de las personas en todos sus niveles, sin eso ningún logro humano es posible, pero me estoy refiriendo a otra cosa, a un patrón mental que opera subconscientemente y que es arcaico, el mismo patrón mental que impulsó a condenar a las brujas por herejía, a señalar al diferente, a que un grupo humano actúe coporativamente para señalar a aquel que no integra su fracción.  Es un patrón arcaico y que heredamos de un nivel evolutivo lejano que fue el de la organización tribal y que aún no hemos superado.  En el momento en que funcionó la organización tribal este patrón fue operativo, pero ya no lo es y queda sólo el registro que actúa en nosotros mecánicamente. Todavía muchos grupos humanos siguen funcionando como tribus o clanes que se autodefinen en oposición a otros clanes o tribus. Pensaba justamente en la importancia de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en la Argentina que ante la falta de respuesta gubernamental por sus hijos y nietos desaparecidos en los años setenta forjaron un movimiento social, pensaba  el resultado de su acción de agruparse, pero ellas más que nadie conocieron la soledad que las indujo primero al autoconocimiento. Entonces me topo con un párrafo de un libro de Bert Hellinger y encuentro esta frase esclarecedora: “La diferenciación entre lo bueno y lo malo sólo existe en la conciencia personal. Sólo allí. La diferenciación entre lo bueno y lo malo no significa otra cosa que: es bueno aquel que puede pertenecer y es malo aquel que no puede pertenecer. Las grandes religiones también aplican esta manera de discernir que tiene la conciencia: los buenos se arrogan el derecho de excluir a los malos y condenarlos.” Hellinger no habla de la Verdad con mayúsculas que es un valor trascendente y no cambia, habla de nuestra percepción, de nuestras verdades cotidianas. Hellinger ha montado todo un sistema que resulta terapéutico en la importancia de pertenecer, de no aislar a ningún miembro de la sociedad, en la aceptación de la totalidad.

   Yo que he viajado sola he observado las reacciones instintivas y defensivas de la gente, he visto a los grupos solidificarse sin que hubiera valores o transformación en esa clase de relación, he visto las alianzas de una fracción contra otra dentro de un mismo grupo y he descubierto ese miedo atávico de la gente que la impulsa a moverse en manada. El reportaje de Facundo Cabral me llegó gracias a la revista Hecho, como ya dije. La revista Hecho es una revista  publicada en la ciudad de Buenos Aires de corte popular vendida únicamente por personas que son homless,  personas que no tienen techo y la revista es una organización que le permite a estar personas alimentarse o autosustentarse. De modo que me llegó de la mano de una persona que en cierto sentido estaba profundamente sola. Es común verlos o verlas en las esquinas de Buenos Aires con una mano extendida mostrando la revista que es liviana, que no tiene tapas duras ni laminadas pero con un nivel estético y cultural enorme. Estos excluidos de la metrópolis  han entrado al mundo a través de una revista que los aglutina y le otorga una forma de pertenencia y subsistencia, pero antes para llegar aquí debieron conocer la soledad de la exclusión, soledad que perdura a pesar de la revista Hecho. Y eso los convierte ante mis ojos en pequeños sabios que se mezclan entre nosotros en esta inmensa ciudad, una ciudad difícil de comprender y de catalogar, nuestra  querida Buenos Aires.
                                    
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martes, 9 de julio de 2019

VENDER IMAGEN


   
       


Sabemos que en esta sociedad mercantilizada todo se trata de vender y comprar, es el leit motiv del mercado que rige modos y comportamientos o al menos intenta hacerlo en la medida que nos dejemos absorber completamente por esa tendencia. Desde hace décadas han sido los jóvenes de algunos países centrales en Occidente quienes, con ideas innovadoras, se plantaron frente al modelo mercantilista y propusieron otras formas de vida basada en valores en vez de considerar a las personas como mercancías y al optar por ellas se propusieron  como ejemplos de vida. Así surge el hipismo de los sesenta que de algún modo recicla el modus vivendi y  las cosmovisiones orientales, movimiento para el cual el no consumismo es una pancarta fundamental. Obviamente países altamente industrializados como Estados Unidos o Gran Bretaña en la carrera loca que el capitalismo ha emprendido en generar cada vez más objetos de consumo para lo que necesitaba con el fin de continuar funcionando mayor cantidad de consumidores, vale decir clientes, personas que enamoradas del sistema creyeran en él, estuvieran convencidas de que tener estatus supone valía personal y que el estatus depende exclusivamente de la capacidad monetaria. Las personas embarcadas en esa carrera se desvivían por ganar más y más dinero y en este desvivirse perdían salud, tiempo de comprensión y profundización de su existencia y la posibilidad de compartir tiempo con sus seres queridos viviendo una suerte de existencia enajenada en pos de algo tan efímero como esa gloria de parecer rico a toda costa. A partir de estos cuestionamientos surgen movimientos posteriores al hipismo que proponían vivir un poco al margen, sin comprar tantos artículos suntuarios innecesarios, los nuevos grupos no se disponían a salirse  del grupo  productivo de la sociedad  como los hippies sino que permanecían en sus trabajos pero haciendo caso omiso del modelo mercantilista, sin dejarse invadir por la publicidad, comprando lo necesario, trabajando menos horas para así dedicarlas al autoconocimiento y enriquecer los vínculos familiares y el mundo de los afectos. Somos muchas las personas que hemos comprendido que nuestra identidad y nuestro valor personal no está en una imagen de persona exitosa que le ofrecemos al mundo, comprendimos que el consumo excesivo nos lleva al deterioro del planeta y a la pérdida de las fuentes de energía no renovable de las que lamentablemente aún dependemos como el carbón y el petróleo, sin embargo da la impresión de que el sistema con su pérdida de valores humanos, con su concepto de cosificación de la persona ha encontrado un nuevo modo de penetración. Hoy por hoy en Occidente el común de la gente no es la opulencia económica la que intenta ostentar sino una imagen de sí misma que se brinda hacia el afuera y no importa el contenido, importa la imagen en sí en tanto se repita y se multiplique. Precisamente la reproducción de mercancías es la clave del capitalismo. Lo que se reproduce ahora indiscriminadamente es la imagen corporal. Basta con echar una mirada a las redes sociales para comprender que las personas se dan existencia a sí mismas a través de la exposición continua de su figura. Incluso en sectores con mayor grado de conciencia como el de los artistas, la necesidad de darse existencia replicando hacia el exterior la propia imagen es abrumadora. La idea de éxito social parece haber descendido a ese umbral. Es cierto que todo sistema al ser nuevo para ser incorporado por nuestra conciencia necesita del uso y del abuso al principio, me refiero a las redes sociales y al impacto de la aparición de Internet, pero aquí estamos frente a otro hecho, daría la impresión que ante la despersonificación propia de las grandes ciudades las personas necesitan individualizarse, hacerse visibles pero en esto hay una trampa, ha llegado un punto que esa necesidad de mostrarse se está convirtiendo en una forma de creación de identidad ficticia. Un poco como esas personas que viven excesivamente una vida social, apareciendo en todos lados, siendo simpáticos todo el tiempo, vendiendo su propia imagen tal vez por un deseo exacerbado de ser aceptados,  sin considerar que nadie puede caerle bien a todo el mundo porque en ese caso no existiría diversidad y si no existiera diversidad no existiría vida tal como la conocemos, la vida necesita de la complementariedad, de los cambios, de los oposiciones para que se sostenga el movimiento de las energías. Podríamos pensar que nuestro sistema apoyado en la compra y venta de mercancías ha desplazado su funcionamiento al eje de la persona en su figura humana. La gente vende su imagen para obtener la migaja transitoria de una aceptación, del mismo modo que la publicidad nos machaca una y otra vez con la misma imagen y relato del producto que nos quiere vender, nosotros lo hacemos con nuestra figura sin reparar que ese ejercicio va operando sutilmente en nuestra conciencia. Daría la impresión de que cuanto más se replica la imagen de una persona, más relevancia en el tejido social adquiere ante los ojos de los demás. Un modo de ser socialmente aceptado es recurrir a la repetición,  el mecanismo básico de la publicidad que promueve la venta de artículos, base del sistema mercantilista. Y la repetición, como tal, es masificación. Lo que la gente vende al replicar su imagen es la idea de éxito social. En realidad es un método tan barato como falso. Sabemos que lo mundano es pura cáscara, puede desaparecer de un momento al otro, se trata de algo sumamente frágil. Lo que puede sustentar nuestra vida está muy lejos de ese tejido quebradizo. No somos un cuerpo así como no somos  una cuenta bancaria. Esto último parece que lo hemos comprendido pero en este camino de evolución, inmersos en un modelo de funcionamiento es recomendable que reparemos en las estratagemas de nuestro ego que siempre intentará hacernos creer que somos lo que en realidad no somos.



          
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martes, 5 de septiembre de 2017

EGO Y LIDERAZGO

                                            

 A lo largo de tantos años con talleres de distinta índole enfocados al crecimiento personal, actividades diversas, maestras de yoga, constelaciones familiares y cosas por el estilo hago un recuento e inevitablemente, saltan a la luz los momentos de energía densa: es comprensible, el cerebro tiende a recordar lo que supone un peligro. Es triste observar en este recorrido que han sido muchos los liderazgos no convenientes. Probablemente mi energía concitó eso y es seguro que necesité de la experiencia vivida. Pero el sabor amargo de haber estado un tiempo trabajando con líderes narcisistas que hacían todo lo posible por ubicarse en un pedestal superior, con personas que proyectaban su sombra en aquellas otras personas que debían ayudar, con conductas reactivas y no proactivas y hasta las competencias casi infantiles con que buscaban medir su propia valía no pueden darme más que pena.  Suele decirse en el camino de la evolución de la conciencia o la llamada senda espiritual que los líderes son los que más necesitan aprender, que están allí justamente porque el lugar de liderazgo los expone frente a los otros y frente a sí mismos. Sin embargo ese pequeño lugar de poder ejerce a veces un influjo, las personas se identifican con el rol y terminan agrandando su ego. Yo también sin duda he cometido errores en este camino y fui docente unos cuantos años pero quizá porque provengo de una familia autoritaria tuve que hacer consciente el valor de las relaciones horizontales. Especialmente cuando coordiné un taller literario holístico lo pude poner en práctica. O al menos lo intenté. Recuerdo que a todos los talleristas los llamaba “talleristas escritores”. Ya eran escritores para mí, jamás alumnos, propicié la evaluación hacia mi desempeño como coordinadora, cedí el lugar en algunos ejercicios. Y recuerdo que algunas personas se resistían, una llegó a decirme que yo era la escritora y no ellos. Este no es un camino fácil, ya lo sabemos. Pero me siguen sorprendiendo ciertas conductas, el modo en que un coordinador desplaza sus conflictos no conscientes hacia los demás, la sombra como definía Jung a ese caudal de energía negada que pugna por manifestarse de un modo inevitable. A veces el ser psicóloga o maestra de yoga es un impedimento porque la identificación con el rol obtura la propia mirada. En dos oportunidades me pasó algo que ahora lo considero interesante, supongo que porque me ocurrió por segunda vez hace poco y esta segunda vez me hizo comprender el sentido. En el año 2007 llegué cuando se cerraba la inscripción a un taller sobre patrones familiares. Yo necesitaba ayuda porque cuidaba a mi abuela que tenía 99 años, una relación compleja para mí. En el taller me encuentro con un coordinador muy instruido, que había escrito libros, con mucha información que comienza a canalizar y noto que le devuelve a la gente lo que canaliza sin considerar al otro como semejante, decía cosas duras sin compasión. Estaba embriagado por su capacidad de canalización, se notaba que era algo nuevo para él. Yo venía haciendo Reiki desde hacía más de dos décadas y canalizar me resultaba muy familiar, además desde niña captaba información. Las personas aceptaban su dureza, se sometían, a mí me parecía terrible. Cuando me llegó el turno  este hombre no pudo canalizar nada para mí . Entonces de pronto yo vi todo de un modo horizontal y comprendí lo que tenía que comprender, fue un insight. Le dije que estaba bien, que ya había entendido.
   A partir de aquel taller tomé decisiones muy importantes ese día vinculadas a mi familia y terminé cuidando a mi abuela durante la noche tres dìas a la semana. No fue fácil. Mi abuela entonces partió de este mundo y yo me quedé bien porque había podido despedirme de ella. Transcurre un tiempo  hasta que revisando papeles encuentro los apuntes de este taller. Curiosa o significativamente mi abuela dejó este plano exactamente un año después de la fecha del taller, el mismo día. Un doce de diciembre. Ahí comprendí que estaba frente a una señal.

  Hace muy poco en una constelación me pasó algo parecido. La consteladora era decididamente agresiva, decía cosas descalificantes, me las dijo a mí especialemente aunque se notaba su hostilidad disimulada con gestos de afecto estudiado. Como tengo tanto trabajo hecho frente a la opresión, di un salto y me desligué de ella interiormente. Cuando me tocó constelar ella estaba trabada y yo volví a experimentar algo parecido a lo de aquel 12 de diciembre. Vi todo con una claridad impresionante que me dio mucha alegría. Me fui de ese lugar sabiendo que iba a superar lo que necesitaba superar  porque ya había “visto”. La energía escoge el canal más apto en una determinada situación. Fui protegida por esa energía para que en este caso esta persona no siguiera agrediéndome resguardada en el acto falso de decir una verdad.  Lo llamativo es que no consultaba a los representantes que no se sabía para qué habían estado allí y decía cosas vinculadas a su propia historia.  Tampoco hizo reparación final a través de la palabra.  Resulta imprescindible en estos tiempos de caída del patriarcado escoger a nuestros facilitadores, cualquiera se erige en líder, pero son pocos los verdaderamente aptos.  Muchos de estos facilitadores necesitan una terapia básica psicológica para encarar luego su camino hacia una mayor conciencia. Disminuir nuestro ego es una tarea que cada uno de nosotros debe llevar a cabo. Es la clave porque ego es una falsa identificación, es una necesidad de supremacía ante los demás en algún aspecto, es no conectarnos desde nuestro ser sino desde nuestra mente, un ego inflado se manifiesta de tantas maneras que enumerarlas sería una torpeza de mi parte. Ojalá yo pueda verme, ojalá yo y cada uno pueda conectarse con algo más grande que esta pequeña personalidad, algo que nos trascienda.

viernes, 17 de febrero de 2017

LAS ACTITUDES EGOCÉNTRICAS

       

    Es curioso, yo estaba hablando por teléfono con una persona que de pronto me comenta que se dice de alguien que es muy arrogante, pero que a ella eso no le importa. Me quedé pensando, ¿por qué el ego en una determinada persona es algo que me produce esa sensación tan desagradable? Me pregunté primero antes que nada si no era un rasgo mío que no toleraba verlo reflejado afuera. Y no, no era eso. La pregunta me siguió rondando. Cuando alguien centra todo en su persona se siente una energía de desplazamiento, algo poderoso entorpece lo que antes se respiraba con fluidez. A mí no me molesta personalmente sólo que comienzo a preguntarme dónde está el centro, qué está pasando con la energía. Cuando detecto un primer signo siento un movimiento veloz y violento. Obviamente me recuerda figuras familiares, eso de “¡Aquí estoy yo, aquí estoy yo!”. El yo, sin duda, ha sido sobrevalorado en nuestra época como una suerte de eje monumental alrededor del cual todo debía seguir girando. Basta con mirar las propagandas televisivas. Desde pequeña me costó mucho configurar mi propio lugar frente a personas que tenían esas actitudes ¿Pero ahora qué sucede? Quiero alejar este asunto de la esfera de mis propias emociones para profundizar, entender por qué  las actitudes egoicas interfieren tanto en la vida plena de todos los días.  Se me ocurrió reflexionar  que tal vez produzca tanto escozor para quienes intentamos alinearnos en el camino del ser es ver que una persona se identifica con aspectos pasajeros de su personalidad y que pretende erigirlos como superiores, ya sabemos que el ego escoge para alimentarse y afianza el abolengo, las destrezas sociales, el poder económico o intelectual, todos rasgos efímeros. Allí es cuando un sistema de valores que intenta autosustentarse flaquea: el mundo tiene su peso sobre nosotros y necesitamos reforzar la senda genuina a cada paso. Es tan penoso ver a alguien aferrado a lo que pronto se desintegra. Estar cerca de una persona excesivamente egocéntrica es como si nos tragara todo el espacio, todo el aire, ¿pero esto es algo que me ocurre solamente a mí? Y lo peor es que interfiere tanto energéticamente que pareciera que no se puede pensar con claridad.  Algo más sucede con mis pensamientos, se achatan, no encuentran dimensión para conectarse, comienza a producirse un aplanamiento tan grande y entonces me digo: es porque el eje de verticalidad de la persona que está a mi lado no permite una expansión horizontal. Es lo inmediato que se me ocurre siguiendo el concepto de patriarcado versus pensamiento expansivo. Sin embargo sospecho que hay algo más.  Experimenté la cercanía incluso en un espacio cerrado con un ser como Sai Baba, su campo mental inconmensurable abrió mi propio campo mental.  Es muy difícil transmitir esto si no ha sido vivenciado. Recordé las anécdotas sobre la vida de  Santa Teresa de Jesús que solía levitar y que por irradiación de su campo mental provocaba que las empleadas que limpiaran entraran en el mismo estado. Obvio que la cercanía con una persona totalmente enfocada en su propio ego estrecha mi propio campo. Sin ir al ejemplo extremo de la presencia de un Avatar como Sai Baba, basta mencionar mis experiencias de Reiki o Magnified Healing, la energía se expande, los egos quedan relegados y todo es un elevarse maravilloso. Esa persona que cae al suelo por efecto de la energía recibida en Magnified Healing sirve como metáfora de cómo el ego queda en un segundo plano, se pierde la verticalidad, se horizontaliza el cuerpo. Escribí alguna vez que un cuerpo acostado es un cuerpo fuera del mundo y sus intereses. Sin embargo esto no me basta, hay algo más en este modo de operar el ego centrado en la conciencia individual de un modo muy acentuado que nos afecta a todos y claro, el ego necesita del discurso como recurso de autoafirmación. Al aparecer la palabra todo se potencia. La manera en que nuestro ego habla, enfático y cortante, engolosinado con su propio concepto de persona endiosada, sapiente y sin vacilación, lastima. Pareciera estar diciendo que Dios no existe en cada vocal pronunciada. El desplazamiento del eje se ha realizado con tanta intensidad que  una fuerza  opera en nuestra conciencia. Porque además tenemos siglos detrás en los que fueron declaradas guerras y se realizaron atrocidades hacia los seres humanos apoyados en esta actitud, como no podía ser de otra manera. Si hay conocimiento, es decir si hay conciencia porque la conciencia se alimenta del saber sobre uno/a mismo/a y así se amplía, hay amor. El ego desmedido es un acto de violencia en tanto la violencia es quebrantar la ley del amor. Amor y conocimiento son sinónimos, sólo el conocimiento nos puede abrir las puertas del amor sincero y desinteresado, violencia e ignorancia se presuponen la una a la otra. En la actitud egoica hay ignorancia y hay violencia. Eso es lo que lo lastima, supongo. Quizá no me lastime tanto como cuando veo la imagen donde se mata o tortura a un animal, pero lastima. El mundo necesita menos dolor, más conocimiento, y con el conocimiento habrá más personas felices y menos depredación planetaria. Me pregunto hasta dónde necesitaremos desplazar el eje que ha sido colocado en nuestra propia persona para que nuestro ser luminoso pueda manifestarse.

   
   
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miércoles, 21 de septiembre de 2016

CAMPOS VIBRACIONALES

         




Es muy notable   percibir cuando estamos en compañía de una persona que está muy identificada con su ego el modo en que se estrecha el campo energético. Entonces no fluyen las ideas con nitidez, hay un choque producido por la necesidad que crea esa persona de ser considerada, valorada, elogiada, etc. Esa necesidad opera del mismo modo que lo hace el deseo: restringe el movimiento de la energía.  El ego obstruye nuestra capacidad de ver y así de alcanzar lo que realmente necesitamos. Al identificarnos con nuestro deseo estrechamos nuestra visión, si soltamos y entregamos el resultado de nuestras acciones lo que ocurre es en primera instancia una sensación de experimentar la libertad y las posibilidades amplias entran a actuar y nos dan sus señales.  Y, por el contrario, acercarnos a seres más elevados nos abre el panorama de una manera sorprendente. Construimos con nuestra mente campos mentales que interactúan con los campos de otros. La calidad de nuestros pensamientos-emociones forja estos campos. En el momento en que comenzamos a trascender nuestro pequeño personaje,  el campo se amplía y a medida que vamos integrando lo que somos con el cosmos la ampliación se va produciendo en forma de ondas de un modo ininterrumpido. Hemos experimentado algunas veces el contacto, la cercanía con personas más sabias, más abiertas, menos constreñidas a sus menudas necesidades y la percepción ha sido hermosa, no me cabe otra palabra. Por eso no cualquier persona podía acceder a la cercanía de Sai Baba, he visto en el ashram de Prashanti Nilayam cómo antes de una entrevista personal se producían hechos de dolor y trabajo interior que depuraban a las personas -como fue mi caso- para permitir posteriormente ese contacto. Las que no lograban despegarse de esas sombras, no llegaban a la entrevista, por el motivo que fuera. Como somos seres que vibramos en frecuencias de ondas sencillamente cuando una frecuencia se aleja mucho del estado alfa repele el contacto con quienes están vibrando en ese nivel. En tanto seres electromagnéticos creamos una fuerza de gravedad que nos acerca a aquello afín y nos distancia de lo que no lo es. Personalmente me ha costado aprender a sostener mi propio nivel vibratorio, soy sagitariana y abierta por naturaleza y además soy un poco esponja. A esto se le suman componentes de historia personal. Aprender a modificar el estado vibratorio no es tan difícil, lo difícil es darse cuenta de que existe esa posibilidad, de que existen prácticas que nos modifican el estado de la mente y por ende nuestra emocionalidad. A medida que aprendemos a intervenir en nuestras ondas vibracionales vamos siendo más dueños de nuestra evolución, dueños en cierta manera porque estamos sujetos a montones de fuerzas, las que actuaron en el pasado y que no son en realidad pasado, las del futuro que interactúan con el presente impulsando nuestra evolución, la de la propia naturaleza que traemos, las del mundo circundante. A ese conjunto de fuerzas  que están más allá de lo que somos, que nos trascienden,  solemos llamarlas  Dios.

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miércoles, 27 de julio de 2016

NUESTRO MUNDO DUAL

                         
                                   
   Hace un tiempo una persona que no tenía argumentos y me quería herir me dijo: Vos sos un ser oscuro. Me causó gracia. Le contesté que no existían las personas oscuras, que todos éramos luz, la diferencia era que algunos somos más ignorantes que otros.  Hay una tendencia a decir que existe la buena y mala gente, no me gusta esa expresión, todos somos de algún modo buenos y malos a la vez. Es fácil ser bueno, lo difícil es ser consciente, por más buenos que seamos tarde o temprano causamos daño involuntariamente, ahora si somos un poco conscientes es más difícil destruir y si ocurre nos daremos cuenta y quizá podamos repararlo.
    La tendencia generalizada es pensar el mundo dualmente, en eso se apoya gran parte del ejercicio de la política y el sistema de propaganda que nos vende objetos,  la creencia es la siguiente: si existe lo malo, yo estoy del lado bueno. Es muy peligroso quedarse atrapados en el modelo dual, la mente ama la dualidad, la división y consecuentemente la pelea. Es esa dualidad la que conduce a la guerra. Por eso la práctica de la compasión nos aleja de este modelo y nos permite dar un paso más a la compresión de los hechos. La teoría del enemigo externo ha dado buenos dividendos a sus promulgadores, no es necesario irse muy lejos en la historia mundial para toparse con el nazismo y el Holocausto.  Y más acá en el tiempo llegamos a los fundamentalismos religiosos que han puesto su pie en la política. Pero aún en distintos grados se sigue sosteniendo esa teoría y encuentra seguidores porque en la medida que estemos anclados en una percepción del mundo desde la mente, terminaremos satisfechos de que eso se vea así. No hay ningún mérito en destacar el mal del mundo, ya sabemos  que hay maldad, pero si nos focalizamos en eso, si sintonizamos esa emisora terminaremos empañados. En igual medida existe la dimensión de la luz, si así no fuera el mundo se acabaría, y ya sabemos que la dualidad de la materia impone esta división, la idea es dar un paso más allá y trascender la materia, dar ese dichoso y famoso salto cuántico. Creerse mejor persona por enarbolar una teoría en la que nos situamos del lado correcto sintiendo fervorosamente que existe un lado equivocado que debemos combatir y aniquilar, en vez de comprender es la mejor manera de terminar pareciéndonos a eso que repudiamos. La dualidad existe, es inevitable pero cada uno de nosotros vive en el mundo en el que cree y esa creencia afecta  y hasta moldea nuestro mundo circundante. Es preciso sintonizarse con lo más elevado, ese es el único camino.

Por otra parte la crítica excesiva termina afectando nuestra vibración y la hace planear  bajito. Si subimos un poco nuestra vibración las leyes de la energía se encargarán de hacer lo suyo cuando sumemos nuestra cuota para elevar su frecuencia vibracional. Si existen lados, esos son el de la evolución y el de la involución. La energía más densa nos arrastrará, siempre va a arrastrarnos si le damos nuestra fuerza mental, que es su  principal alimento. 

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sábado, 4 de junio de 2016

ANTONIO BRAILOVSKY Y SU APORTE A LA MIRADA SOBRE EL MUNDO ANIMAL

      Interesante enfoque del ambientalista y escritor  argentino Antonio Brailovsky, destacado investigador sobre temas ecológicos que suma una visión esclarecedora, autor de  importantes ensayos sobre el tema  y escritor literario de envergadura. Me impresionó porque descubrí mi automatización o esquematización con respecto a eso, amo a los animales, soy vegetariana desde hace casi treinta años, estoy a favor del proteccionismo de las especies y del sostenimiento de los derechos del animal y jamás había pensado en esto. El estereotipo de los mártires cristianos al principio de nuestra era arrojados a la arena de los leones no me había llevado a pensar en la suerte de ellos, los derechos humanos se habían impuesto por encima de los del animal. Poder integrar ambas miradas sin duda favorece la expansión de nuestra conciencia.

                                                           
Había razones políticas para matar muchos elefantes.
Mosaico romano en Piazza Armerina, Sicilia
(Foto: Antonio Elio Brailovsky)


   Estamos habituados a condolernos de los primeros mártires cristianos y admirar su coraje al enfrentar a los leones y morir por su fe. Tanto, que eso nos lleva a olvidar a los otros protagonistas de la misma tragedia. ¿Nos preguntamos, acaso, qué les pasó a los leones? Les sucedió lo mismo que a los santos, sólo que un instante después, ya que el circo romano fue una de las más formidables máquinas de muerte de la Antigüedad. 
    Roma era un sitio incómodo para vivir, con hambrunas e inundaciones, con pestes, incendios y derrumbes. Para entretener a la gente que sufría éstas y otras calamidades, y para garantizar el apoyo político a las figuras de turno, se inventa la fórmula de panem et circensis, aludiendo al reparto público de trigo y a la reiteración de espectáculos sangrientos que servían para canalizar la violencia colectiva. Y no era sólo el Coliseo: todas las ciudades romanas tenían sus arenas, aún las ubicadas en las colonias de España o de África.
    El Imperio necesitaba de enormes batidas de caza en toda su periferia para alimentar el espectáculo. Era necesario llenar los circos de todas las ciudades romanas de animales de gran porte, los únicos que podían ser vistos a la distancia por miles de personas. Se trata de aquellos que son más escasos en la naturaleza. Ya en el 51 AC, Marco Tulio Cicerón, procónsul en Sicilia (base de operaciones para las cacerías en África) recibe una carta en la que le indican que sería deshonroso para él si enviara menos de diez panteras a Roma. Contesta desconsolado: "Con respecto a las panteras, los cazadores se están ocupando de ellas atentamente bajo mis órdenes, pero su número es extraordinariamente limitado".
    Por la abundancia de fieras que hemos visto en el cine, a menudo nos cuesta percibir hasta qué punto algunos de estos animales son realmente escasos (especialmente los grandes carnívoros). Por ejemplo, se estima que una extensión de selva como la del Parque Nacional Iguazú no podría sostener más de veinte yaguaretés[1], (que son parientes cercanos de las panteras). Se comprende, entonces, la inquietud y las dificultades de Cicerón.
EL LLANTO DE LOS ELEFANTES
   Había importantes motivos políticos para matar elefantes en el circo romano. Y es que los elefantes habían sido las armas que aterrorizaron y destruyeron la infantería romana en las guerras en Asia y África. Fueron el arma estratégica con que Aníbal derrotó las legiones de Roma. Durante la primera guerra púnica, L. Cecilio Metelo logra capturar 140 elefantes que lleva al continente transportándolos en balsas fijadas encima de botes. La operación es arriesgada, pero es necesario mostrar al pueblo la victoria de los legionarios sobre esos monstruos.  
   En los juegos organizados por Pompeyo en el 55 AC, "Plinio describe ante todo escenas lamentables de elefantes heridos (el elefante que, con los pies perforados por los dardos de los gétulos, se arrastra sobre las rodillas); el elefante muerto por un sólo  venablo hundido bajo el ojo) y un intento de fuga general por parte de los paquidermos asustados. En aquella ocasión, sin embargo, habiendo perdido ya toda esperanza de fuga los elefantes intentaron el recurso de los afectos y conmocionaron a los espectadores,  asumiendo una actitud tal que hace pensar que se pusieron a llorar. Sus lastimosos berridos provocaron tal turbación en la multitud que todos, olvidados de la presencia de Pompeyo, se levantaron llorando y comenzaron a maldecir al magnífico organizador de los juegos"[2].
    En el circo había avestruces, leopardos y leones. En el último siglo de la República, se agregaron hipopótamos, cocodrilos y rinocerontes. César mandó un lince de Galia, Augusto exhibió rinocerontes africanos y tigres de la India, y Nerón se dio el gusto de mostrar osos polares cazando focas: "Dio una naumaquia en la que se vieron monstruos marinos nadando en agua de mar"[3]. Los emperadores romanos acostumbraban bajar al circo para matar fieras personalmente. El más apasionado de esta actividad fue Cómodo (el mismo que aparece representado en la película Gladiator): "no había animal que huyese de su furia, desde los salvajes (leones, tigres, panteras, osos, elefantes, hipopótamos, rinocerontes) hasta los inofensivos (ciervos, gamos, avestruces y jirafas). Los hipopótamos eran su pasión, tanto que logró ejecutar a cinco de ellos en una sola oportunidad"[4].
  Estas excentricidades afectaron la fauna en forma significativa. Una exhibición común y corriente podía arreglarse con un centenar de animales, pero tenemos algunos récords interesantes: Augusto hizo matar 3.500 animales en 26 espectáculos. En la consagración del Coliseo, bajo Tito, se mataron 9 mil en cien días. Y la conquista de Dacia por Trajano fue celebrada matando 11 mil fieras.
    Tenemos que aclarar que estas cifras muestran sólo una parte pequeña del efecto del circo romano sobre la fauna. Por razones que hacen a la lógica del espectáculo, sólo se admitían animales vivos y sanos. Pero no todos llegaban en ese estado.
    Lo habitual es que, por cada animal que llega vivo a su destino final (y esto vale también para los zoológicos actuales y las empresas de venta de simpáticas mascotas silvestre), los que lo capturan se vean obligados a matar a unos cuantos que, por ejemplo, estaban defendiendo sus crías. A esto se agrega la mortandad provocada por el estrés del cautiverio y el transporte, lo que multiplica en varias veces la cantidad de animales que efectivamente se pierden [5], [6].
    Existen mosaicos romanos que describen minuciosamente las escenas de caza, lo que nos permite seguir las técnicas utilizadas. Están en Piazza Armerina, Sicilia, en una mansión que parece haber sido de un importante proveedor de fieras para el circo de la época imperial. Pueden verse los jinetes que conducen ciervos hacia una trampa de redes; un jabalí perseguido por los perros, que termina, en una escena siguiente, atado y llevado cabeza abajo por dos hombres que lo sujetan con un palo. Hay también un bisonte enlazado y arrastrado por los cuernos; una tigresa llevada con bozal y arnés; un rinoceronte conducido con cuerdas y un avestruz llevado en brazos, como si fuera un ganso. Una carreta de bueyes arrastra una jaula y un cazador recibe sobre su escudo el ataque de una leona herida.


                       
                                                 Antonio Elio Brailovsky          

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